Los grandes hoteles tienen un poco de «no-lugar», como los aeropuertos o los centros comerciales. Por intentar satisfacer a todos, carecen de personalidad. Este no es el caso. El nuevo hotel Faena de Miami muestra temperamento nada más entrar por la puerta, sea por la que da a la calle o la playa. Al traspasar esta última, la cual defiende un hierático y trajeado hombre de seguridad, el refulgir del esqueleto de un mamut se adueña de la escena. Protegido por una caja de cristal de cuatro metros de altura, está cubierto por finas láminas de oro de 24 quilates. La pieza se titula Gone but not forgotten y la firma del artista más mediático del momento, el británico Damien Hirst. El selfie junto al paquidermo resulta inevitable.
Por la puerta principal no se entra a la recepción sino a un gran vestíbulo flanqueado por columnas doradas donde suena tango de fondo. Se ha bautizado con gran dramatismo como The Cathedral, la catedral. Sus paredes las recubren expresivos murales cuyos dibujos remiten a las ilustraciones de los viejos libros de botánica y ciencias naturales. Enmarcados, se leen los valores que encarna la persona que pone su apellido al hotel y a todo un barrio en la capital del estado de Florida, el argentino Alan Faena (Buenos Aires, 20 de noviembre de 1963).
En el bautizado como Faena District, al norte de Miami Beach, ha abierto, además, el edificio de viviendas Faena House, diseñado por Foster+Partners, y el hotel boutique Casa Claridge’s. En obras se encuentran un centro comercial, un puerto deportivo frente a las mansiones de Indian Creek, otro edificio de viviendas y un centro cultural, también obra de un renombrado arquitecto, Rem Koolhaas. Así, en la ciudad con uno de los mercados inmobiliarios más efervescentes del mundo, los focos están puestos sobre este atípico promotor cuyo lema es ir solo a todo. «A todo o nada no es suficiente para mí», asegura.
Para el autor de los murales, su compatriota Juan Gatti, famoso en nuestro país por ser el responsable de la mayor parte de los carteles de las películas de Pedro Almodóvar, Faena rompe esquemas: «Sus extravagancias están sostenidas por una excelente realización y tiene la ventaja de elegir cada cosa con la precisión de un coleccionista. Así no hay riesgos estéticos. Es muy difícil definirle sólo como empresario, pues es una persona supercreativa», opina durante un almuerzo junto a su amiga la modista Elena Benarroch, en un día de sol y viento fresco de invierno.
El hotel recibió a sus primeros huéspedes el pasado noviembre y Gatti ha venido para supervisar los últimos retoques al Teatro Paraíso, de aire cabaretero. Es el último espacio que falta por inaugurar. Sin duda, Faena demuestra una especial habilidad para llevar sus sueños a buen puerto. Seguro que influyó en el desarrollo de su olfato nacer en una familia de inmigrantes sirios metida en el negocio textil. «Llevo con orgullo mi apellido, que es de origen judío sefardita, es decir, español, y significa trabajar con esfuerzo», explica bajo la gigantesca lámpara del bar del hotel.
Sus 792 bombillas brillan cuando cae un rayo en la Pampa argentina. Otro golpe de efectos especiales. «Me inspira el cine. El diseño por el diseño no me interesa. Yo cuento mis propias historias, doy amor», contesta al preguntarle por la chocante atmósfera de ese salón, sobre cuyas mesas yacen recostados leopardos de porcelana. Por la noche se cantan boleros. «Nada de lo que ves en las revistas de decoración lo encuentras acá. Es un nuevo Renacimiento», asegura con la grandilocuencia propia que se atribuye a los argentinos. «Esta industria terminó siendo comprada por las grandes corporaciones y nadie corre ya riesgos. Yo me la jugué en un mundo en el que está todo visto. Lo que me mueve es realizar y caminar mis pensamientos, y si esto lo ejecuto bien, el dinero siempre está presente».
Resulta fascinante comprobar que cada espacio destila la simetría propia de una escena rodada por Stanley Kubrick o Wes Anderson. Por momentos, también nos convertimos en protagonistas de una película de David Lynch. Hay un deje muy onírico en todo el conjunto, en cuyo diseño han colaborado el director de cine australiano Baz Luhrmann, conocido por el rodaje deMoulin Rouge, y su mujer Catherine Martin, responsable de vestuario de aquella película, por el que ganó un Oscar.
Que Faena vista de blanco de arriba abajo, sombrero incluido, tiene mucho que ver con esta visión tan peliculera de su trabajo y tal extravagancia tiene mucha prensa. Dice que no sabe cómo surgió la idea de vestirse así, un estilo que casa con su afición al yoga. También hace deporte con frecuencia y afirma dormir más de ocho horas. «Mi fórmula es que el cuerpo acompañe a la mente. Que ninguno vaya en busca del otro», aclara Faena, un corredor de fondo a la vista de la larga trayectoria empresarial que acarrea.
Al cumplir la mayoría de edad fundó la exitosa firma de moda Vía Vai, de la que fue diseñador. «Supimos ver el momento. Era el fin de la dictadura en Argentina y el país vivía la democracia con gran ilusión. Había muchas ganas de hacer cosas nuevas. Es muy semejante a lo que ocurre hoy», comenta en referencia al cambio de gobierno en la Casa Rosada. La venta de la empresa le hizo rico siendo aún muy joven y, un poco sobrepasado por las circunstancias, se trasladó a una estancia a Uruguay a plantar rosas rojas. «Esos cuatro años fueron una magnífica experiencia curativa. Estaba agotado y convertirme en jardinero me permitió rehacerme», recuerda de esa época.
Trabajar la tierra no le pudo resultar más fecundo, pues le vino otra gran idea a la cabeza: desarrollar en Buenos Aires un proyecto residencial de lujo. «Solo tomando la suficiente distancia puedes dar luego grandes saltos», dice. El lugar elegido para llevar las grúas fue el silo de El Porteño. «Constituía un símbolo de la época dorada de la Argentina a principios del siglo pasado. Era un almacén desde el que los barcos salían repletos de grano para alimentar a Europa, incluida España». En aquel momento, sin embargo, estaba en estado de ruina y esa zona portuaria no parecía el sitio indicado para una empresa de esa ambición. Además, coincidía con una crisis económica salvaje, la de principios del milenio.
Como recuerda Faena, «fue la primera crisis televisada del mundo. No había plata en los bancos y los asaltaban a plena luz del día. Fue un momento muy duro para mi gente». A falta de dinero en su país, consiguió inversores privados extranjeros, entre ellos un miembro de la familia Hearst, y con ese respaldo montó el proyecto de Puerto Madero, de nuevo con un hotel como principal bandera del desarrollo. Para que su apertura tuviera impacto, se propuso que lo hiciera el diseñador francés Philippe Starck, que se encontraba en la cúspide de su carrera. Las viviendas se encargaron al estudio de Foster+Partners, también del máximo nivel. ¿El cebo para que cruzaran el charco? «Estos grandes talentos reconocen cuándo una historia tiene corazón y cuándo uno posee una visión artística de la vida. Las personas con una visión creativa se entienden entre ellas», cree Faena. «A Philippe le enviaba postales donde escribía ‘Argentina needs you’. Él dice que fue mis ojos».
Contra todo pronóstico, Puerto Madero resultó un éxito, convirtiéndose en el barrio de moda de Buenos Aires. «Empecé de la nada y estaba obligado a que cada movimiento fuera perfecto. En un edificio se puede generar mucha alquimia, pero lo importante era concentrarse en subir cada escalón. También de disfrutar de esos momentos», continúa Faena, quien convirtió el rojo pasión de sus rosas en el color dominante. Ahora pretende, en gran medida, replicar la fórmula en Miami Beach, pero con mayor ambición y sin miedo a las burbujas: «De lo que hay mucho, sin corazón, el precio baja rápido. Aquello que tiene un punto de vista sólido y original se mantiene pese a las crisis. Ese es nuestro caso».
Las obras van a buen ritmo, gracias a una inversión de más de 1.000 millones de euros de Len Blavatnik, uno de los socios en Puerto Madero y único compañero de aventuras en Miami; fue en realidad este multimillonario de origen ucraniano quien vio la oportunidad en la capital oficiosa de Latinoamérica. La primera pica la pusieron con la inauguración, en septiembre de 2015, del mencionado edificio de viviendas Faena House. Ya estaban todas adjudicadas para entonces, una de ellas por 60 millones, récord de ventas en la ciudad. Para Faena, lo más sorprendente es que en vez de tener una mayoría de clientes del sur y otros mercados emergentes, son más los procedentes de la costa este y del norte de Estados Unidos, e incluso de Londres. Lo comenta con una sonrisa; le da caché extra al negocio.
A estos flamantes propietarios les recibe junto a la fachada una escultura de Jeff Koons y, dentro, una instalación del venezolano Carlos Cruz-Díez. Las habitaciones están pensadas para colgar grandes cuadros de sus paredes y las ventanas evitan el impacto directo de la luz del sol sobre los lienzos y cualquier otro soporte artístico. No en vano, los apartamentos los ocupan importantes coleccionistas como Lloyd Blankfein, consejero delegado de Goldman Sachs, o el influyente galerista Larry Gagosian. Queda así patente el impacto que ha tenido la feria Art Basel en la transformación de Miami como destino de ricos y famosos. Atrás ha quedado la mala fama que adquirió la ciudad en los años de Miami Vice, durante los cuales la lucha por el control del tráfico de drogas llevó a una cruenta guerra entre bandas cubanas y colombianas. Ya no quieren vivir allí solo los jubilados y los ricos sudamericanos; europeos y asiáticos se han sumado al vecindario.
Para los nuevos residentes del Faena House, la exclusividad de los servicios fue otro gancho. Además de disponer de acceso al hotel y a su beach club, de spa y gimnasio propios, tienen a su disposición un equipo de conserjes que se ocupan de todo lo que se0 les ocurra; hasta de hacerles el súper antes de llegar. Es la consagración de la fórmula del condominio de lujo, que también explotan la cadena Marriott junto al empresario Ian Schrager en el vecino hotel Edition, o Ritz-Carlton en un nuevo proyecto de viviendas prêt-à-porter, también a escasos metros de los dominios de Faena y con diseño de interiores del italiano Piero Lissoni.
Los esfuerzos de unos y otros han conseguido revitalizar el área conocida como Mid-Beach, que estaba fuera del radar entre los agentes inmobiliarios hasta hace poco. «Me decían que nadie iba a querer vivir en la zona. Pero me dejé llevar por mi olfato», aduce Faena, quien aporta un toque latino que lleva por bandera: «Es la primera vez que un proyecto del sur, hispanoamericano, llega con esta fuerza al norte. Traemos una voz propia, artistas, canciones, sabores… Ya tocaba», dice con orgullo, pues le duelen su país y el continente latino: «Tenemos un problema político enorme. Es como crecer con un padre malo, cuando poseemos un grandísimo talento; se pone de manifiesto en el cine, la publicidad, las artes y otros muchos campos de la vida».
Faena reconoce que todo pasa por él, incluidas las producciones del teatro y el concepto chamánico del spa. «Es la única manera de que el proyecto tenga corazón, fundamento. Cada detalle me representa». A su vez, presume de haberse rodeado de los mejores. «La aristocracia de las ideas», los llama. En los fogones le acompaña el cocinero Francis Mallmann, un fenómeno televisivo en Argentina que está considerado el gran gurú de la cocina a la brasa. Junto a la piscina trajinaba para controlar los humos del recién abierto restaurante Los Fuegos. El chef resalta de Faena su sueño cultural: «Es difícil encontrar gente del mundo de los negocios con tales aspiraciones».
También está con el empresario su mujer Ximena Caminos, vestida con todos los colores que no se permite él y responsable de hacer del barrio un foco artístico a través del fórum que levanta Koolhaas; es lo que ya hace en Puerto Madero con el Faena Art Center, abierto a todos los públicos. «Estamos luchando contra la idea de que utilizamos el arte como una herramienta de marketing», defiende esta pintora a quien Faena fichó mientras trabajaba de comisaria en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. «Mi gran meta es que Alan le diera sentido a lo que construyera y no se quedara en mera especulación», explica sobre su papel en el proyecto. Eso, en realidad, estaba hecho: Faena es como Messi; tiene el toque de fantasía, lo que le distingue del resto. «Hemos hecho las cosas diferentes desde el principio». Pero también advierte, como para evitar posibles confusiones, que no viene «a liderar ningún movimiento espiritual. Siempre he sido pragmático y un gran administrador de mis ideas».
SU IMPERIO EN MIAMI
Así es cada rincón del complejo, situado en el Mid-Beach de Miami. 1.FAENA VERSAILLES. Sobre la base del antiguo hotel Versailles se están construyendo dos edificios de viviendas en régimen de condominio, también con acceso exclusivo a los servicios del hotel Faena. 2. FAENA HOUSE. Recibió a sus primeros propietarios en septiembre de 2015. Firma el proyecto de este condominio de lujo el estudio Foster+Partners. Una de las viviendas se compró por 60 millones de dólares. 3. HOTEL FAENA MIAMI BEACH. Abierto en noviembre de 2015, está diseñado junto al director de la película Moulin Rouge! Dispone de 169 habitaciones, de las que 111 son suites. La reserva incluye servicio de lavandería, planchado y limpieza de zapatos gratuitos. Desde 700 euros por noche. 4. CASA CLARIDGE’S. Los antiguos El Paraíso Apartments son hoy un hotel boutique con 50 habitaciones. Sirve también como residencia de artistas. 5. FAENA BAZAR, MARINA & PARK. Diseñado por Rem Koolhaas, el centro comercial acogerá tiendas de firmas de lujo, pop-ups e intervenciones artísticas. Un puerto deportivo servirá de aparcamiento. 6. FAENA FORUM. Centro cultural obra de Rem Koolhaas. Abierto a todos los públicos, sus instalaciones polivalentes sirven como escenario de conciertos y espacio expositivo. Dirige su programación Ximena Caminos, esposa de Alan Faena.
*Este reportaje se publicó en abril de 2016 en el suplemento Fuera de Serie del periódico Expansión.
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