El palacio italiano de Coppola

Escrito por el 7 agosto, 2012 § 0 comments

Hace tres años, Francis Ford Coppola (1939, Detroit) decidió volver a sus orígenes en el cine y dirigió ‘Tetro’, una película independiente rodada en Argentina que contó con la participación de Maribel Verdú y Carmen Maura. Apenas tuvo incidencia en taquilla, pero poco le importó; quería contar una historia intimista y la rentabilidad hacía ya tiempo que la había dejado para sus otros negocios: vinos, salsas para pasta y hoteles.

Con todo, no se le puede considerar un empresario al uso, ejerza de viticultor o de presidente de una cadena hotelera. Estos proyectos, en gran medida, también nacieron por amor al arte. Los gastronómicos responden a su proverbial apetito. ¿Quién no recuerda los suculentos platos de espaguetis de ‘El Padrino’? Y su primer hotel, el Blancaneaux Lodge, en la selva de Belice, fue antes la residencia familiar a donde se escapaba en cuanto podía del fragor de Hollywood, donde nunca se sintió cómodo.

El cineasta pasó a abrirlo al público por necesidad, para no tener que venderlo; se enfrentaba a la enésima bancarrota (en esto podría dar más de un curso en las escuelas de negocios). Casi sin proponérselo, le siguieron dos hoteles más en Centroamérica, uno en Buenos Aires, otro en Nueva Orleans y ahora un sexto en el sur de Italia, el Palazzo Margherita, a media hora de las poco conocidas playas del mar Jónico.

Respondiendo a la llamada de la sangre, ha cruzado el charco para abrir su último establecimiento en la localidad Bernalda, de donde era su abuelo paterno. Pero que nadie piense que Coppola es de origen noble: su ancestro nació en un barrio humilde, mientras que esta mansión del siglo XIX se alza sobre la avenida principal del pueblo, junto a la iglesia y el ayuntamiento. Reabierta esta primavera, tuvo su inauguración oficiosa el pasado año con la boda de su hija Sofia con el cantante del grupo de rock Phoenix. Volvían los años de esplendor a sus suntuosas estancias de mano del nieto del emigrante pobre, como si fuera escrito para el guión de una película.

Pero esta historia no estaba planeada. En absoluto. Francis Ford Coppola visitó este apartado pueblo por primera vez en 1962. “Bernalda se había convertido como una leyenda para la familia debido a las sentidas descripciones que nuestro abuelo hacía del pueblo”, cuenta este excelente narrador. “Aquel año me aventuré hasta el pueblo sin conocer a nadie y pregunté, en el poco italiano que sabía, si nuestros parientes seguían viviendo ahí. Me presentaron a un primo suyo que me llevó a su diminuta casa, donde me recibieron en un círculo de sillas”.

Tan cálida bienvenida le llevó a volver junto a su familia casi cada año, y a veces por largas temporadas. El encuentro con el palacio, que estaba en estado de ruina, llegaría mucho después. “Un verano acudimos durante las fiestas patronales y una de las últimas sobrevivientes de la familia propietaria, Bianca Margherita, nos dejó entrar para poder ver desde su balcón a la banda de música. Después me enteré de que estaba en venta”. Llevado nuevamente por su instinto, en 2005 se lanzó a comprarlo. “No tengo reglas; solo me dejo atrapar por los lugares que me gustan a mí en particular, y en este caso el motivo resulta obvio: es el pueblo de mi familia”.

La rehabilitación del palacio corrió a cargo de un número uno del interiorismo, el francés Jaques Grange. Sus característicos toques de color dan vida a seis dormitorios y tres villas en el jardín, decoradas con pompa para hacerse eco de los días gloriosos del palacio. “La primera vez que vi el trabajo de Grange fue en la casa de Yves Saint Laurent en Marrakesh (Marruecos) y pensé que se adaptaba muy bien al estilo entre bohemio, informal y lujoso que buscaba para este sitio”, explica el director, quien ha conseguido que todos sus establecimientos desprendan una atmósfera acogedora más propia de una casa de vacaciones que de un hotel, pese a que, en este caso, se da una profusión de mármoles, arabescos y papeles pintados.

“Mi propia familia es la que hace el examen final, así que los hoteles tienden a recoger nuestros gustos más íntimos”, que no son caprichosos, tienen reglas: “El cuarto de baño debe ser mejor que el de tu casa, las camas han de contar con buenas luces de lectura, en la ducha tiene que haber una balda con espacio suficiente para dejar el jabón y tus cosas”, enumera Coppola. Los objetos de arte y muchos diseños también los eligen ellos –su mujer es una experta en telas–, si bien para este hotel se dejaron asesorar ampliamente por Grange, que aportó muebles diseñados por él. No obstante, su principal labor consistió en restaurar. Así, los fabulosos azulejos del suelo se retiraron para arreglarlos y se volvieron a colocar siguiendo el patrón original en que se pusieron. Entre medias, se instaló el sistema de calefacción, del que carecía el palacio.

El cineasta tiene dos rincones favoritos: uno es el dormitorio de estilo tunecino decorado en honor de una abuela nacida en el país norteafricano, antigua colonia italiana cuya relación con esta parte del país siempre ha sido muy intensa. Aquí, Grange pudo dar rienda suelta a su querencia por el exotismo; la chimenea rápidamente te traslada al continente vecino. Otro es una habitación oscura presidida por una barra de bar de madera que se trajo desde Turín y donde él desayuna y le gusta tomarse una última copa antes de irse a dormir. Está reservada para los clientes del hotel, no así el restaurante Cinecittà, un antiguo establo abierto para todos los públicos (tiene una entrada desde la calle principal de Bernalda). Allí se disfruta de productos de temporada traídos de granjas y huertas cercanas que le dan a los platos un sabroso toque de autenticidad.

Exquisito también es el jardín, sembrado de buganvillas, palmeras, limoneros y plantas aromáticas que luego se usan en la cocina. Y en mitad de esta generosa población vegetal, se abre una piscina de 10 por 5 metros. “El hotel es un paraíso en sí mismo del que no hace falta salir para nada. Pero si quieres hacerlo, das un paso y te encuentras en un pueblo italiano que está sin contaminar por el turismo. Su gente te recibe como si fueras un vecino más. Es la oportunidad de visitar Italia sin sentirte como un turista”, resume Coppola.

www.palazzomargherita.com

*Este reportaje fue portada del último número de julio del suplemento Fuera de Serie, del periódico Expansión.

 

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