Acaban de volver de Kabul de recibir un premio y ahora preparan la maleta para volar a Bagdad y recoger otro. Victoria Garriga (Barcelona, 1969) y Toño Foraster (Bilbao, 1968), matrimonio y socios del estudio con sede en Barcelona AV62, ganaron a finales del pasado año el concurso convocado para construir el nuevo Museo Nacional de Afganistán y, a principios del mismo, el que les adjudicó la urbanización del distrito de Adhamiya, en la capital iraquí. Sin casi darse cuenta, han pasado de hacer viviendas y otros proyectos en España –escuelas, bibliotecas, museos…– a trabajar en una de las regiones más peligrosas del mundo. En un lado, contribuyen, con el diseño de un edificio emblemático, a devolverle la identidad cultural a un país desmembrado por la guerra; en otro, tienen como meta regenerar un barrio de 400.000 habitantes donde los ataques suicidas y los coches bomba llegaron a ser una rutina diaria.
¿Cómo ha podido darse este salto? “Todo surge a partir de la larga relación personal y profesional con el profesor Pedro Azara, especialista en arquitectura Antigua y del Próximo Oriente, quien nos invitó a acompañarle en un primer viaje a Bagdad”, explica Victoria. “De ahí surgió una cadena de relaciones, amores y descubrimientos que nos condujeron a participar en mayo de 2011 en la convocatoria de rehabilitación del barrio de Adhamiya”. Allí vencieron con un proyecto “radicalmente integrador”, que devuelve el protagonismo al mítico río Tigris y considera que “las personas, su vida y su memoria sobre los lugares son el principio y el fin de la arquitectura”. En el que fue el escenario principal de los combates entre el ejército estadounidense y los insurgentes de origen sunita, aspiran a desarrollar un modelo opuesto al de Dubai, que es el que más asombra y encandila en Oriente Medio. “Están fascinados con sus rascacielos”, asegura Victoria. “Pero una ciudad no puede ser sólo negocio”.
La amplia obra de AV62 ha aparecido en todas las publicaciones del sector en España, y que podían llegar lejos ya lo apuntó en 2007 la revista más prestigiosa en el campo del diseño, Wallpaper, que les nombró como uno de los estudios con mayor proyección de todo el mundo. “No sé que pensarían ahora si vieran la deriva de nuestro trabajo”, comenta divertida Victoria. Esta deriva son dos aventuras arquitectónicas que se hallan amenazadas desde su base; la violencia en esos dos países puede truncarlas de un día para otro. Así lo reconoce un cauto Toño: “Es una posibilidad más que probable. Pretender trabajar en lugares así implica no tener urgencias finalistas”. Pero se sienten confiados, sin miedo. Ante cualquier adversidad, cuentan con un elemento de fortaleza indiscutible: su compenetración como pareja.
Esta simbiosis comenzó a forjarse en la universidad, la ETSAB de Barcelona, donde se conocieron estando él en segundo y ella en primero. Desde entonces se han ido formando juntos –también coincidieron de Erasmus, en Copenhaguen–, pero respetando los espacios particulares de libertad y asumiendo los diferentes perfiles de cada uno. “Toño sabe mirar con distancia lo que hacemos; es más racional. Yo soy de tirarme de corazón a las cosas”, destaca Victoria, quien resume esta nueva etapa como “una oportunidad para tener una posición más sólida desde la que influir en que las cosas se hagan con un criterio sostenible. Gracias a estos dos trabajos hemos podido entender cuál es el verdadero valor de la arquitectura, que ante todo es una profesión de servicio. En España se había convertido en un objeto de mero consumo, especulativo”.
Con mucha pasión, desde luego, se presentaron al proyecto en Kabul, que fue virtual, pues sólo pudieron conocer el lugar después y sin gran capacidad de maniobra, debido a los fuertes controles de seguridad. Con todo, no hubo grandes sorpresas en su primera visita, como señala Toño: “El terreno era como nos lo habíamos imaginado y desde la fundación del Aga Khan nos garantizaron la idoneidad de la mano de obra local”.
La construcción del Museo Nacional de Afganistán no parece que se vaya a demorar demasiado. “Sus organizadores, el ministerio de Cultura afgano y la Embajada de Estados Unidos en Kabul, están muy interesados en levantarlo cuanto antes”, cuenta Toño. Pero en un país roto por guerras entre sus etnias –pastunes, hazaras, tayikos…–, cada cual muy celosa de su propia idiosincrasia, inaugurar este edificio-símbolo no será tarea fácil, empezando por la recuperación de las obras. “Están diseminadas por todos los rincones, cuando no descatalogadas; desde esculturas hindúes con pechos desnudos hasta vasijas correspondientes al periodo mogol”. En esta última etapa se produjo la islamización de la zona y puede que no se quiera saber nada de lo que antes existió. “¿Qué pasará con toda la iconografía vinculada a los budas de Bamiyán?”.
Mirando a Córdoba
El estudio de Victoria y Toño se impuso en el concurso a 70 proyectos internacionales, quedando segundo otro español: el de Mansilla y Tuñón. AV62 cumplía dos de los requisitos fundamentales para poder presentarse: experiencia en zonas de conflicto y en este tipo de edificación. Suya es la escenografía del Museo Balenciaga, la rehabilitación del Museo Marítimo de Barcelona y un museo arqueológico en Cerdanyola del Vallès. Vencieron al concebir un sistema constructivo apto para los obreros y artesanos afganos, así como una configuración flexible del espacio, por lo que pueda llegar. Aquí, el referente han sido los espacios modulares de la mezquita de Córdoba, una sucesión de naves abovedadas que se pueden conectar entre sí de muy diversas formas.
El templo andaluz es, además, un referente de la cultura árabe y también española. Como advierte Victoria, orgullosa de su vínculo familiar con Teruel y la albaceteña sierra de Alcaraz, donde la influencia mora es bien patente, “aunque el hecho fundacional hispano quiera negar cualquier vestigio de cultura islámica, es una evidencia que compartimos con el sur del Mediterráneo al menos lo mismo que con el norte de Europa, pero a un nivel menos público y sobre todo menos publicitado”. Ellos supieron aprovecharse de estos lazos. Hasta el patio de los Naranjos, antesala de la mezquita, se replicará con un sencillo jardín.
En resumen, se adaptaron con inteligencia a las circunstancias. “El muro de cierre, que podría parecer un imperativo indeseable vinculado a la seguridad, es para nosotros un elemento de partida que define un límite claro y nos permite crear un universo interior completo, entroncando con la tradición de la casa patio o la mezquita”, describe Victoria. “Es un perímetro que confina la naturaleza y la vida para preservarla y protegerla de un entorno hostil”. En la sucesión de pasillos abovedados, las cúpulas y los patios abiertos al cielo frenan y concentran el recorrido, además de añadir verticalidad al edificio. AV62 quiso entroncar el proyecto con la espiritualidad del desierto, donde el cielo es la casa de Dios, introduciendo “una perspectiva infinita que trasciende la finitud de la materialidad de lo construido”.
“Esperamos estar sobre el terreno cuanto antes. Conocer la ciudad, el país, a la gente…”, señala Victoria. “El camino es lo que nos estimula, más incluso que el resultado final, que todos los arquitectos sabemos que casi nunca alcanza la belleza de la imagen proyectada. Nos gustaría que sirviese para establecer ciertas bases de trabajo en equipo, que haya un esfuerzo compartido, respeto, ilusión y transparencia”. Mientras los preparativos siguen en marcha, en casa, la mayor de 14 años –son tres niños– se está leyendo todo lo que encuentra de Afganistán. Ya no dice a sus padres, ¿por qué sois tan raros? “Espero que convivir con esta experiencia, el día a día de la gestación de un proyecto tan ilusionante como incierto, les sirva de estímulo para intentar ser libres, felices y no renunciar a sus sueños”, concluye su madre.
*Este reportaje se publicó en enero de 2013 en el suplemento Fuera de Serie del periódico Expansión. Esta es su versión ‘extended’.
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