La artesanía española cabalga de nuevo

Escrito por el 24 enero, 2017 § 0 comments

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Pocas empresas han hecho tanto por que España dé una imagen de país moderno como Camper. Cuando se comenzaban a abrir las fronteras a las corrientes de fuera, el fundador de esta marca de calzado, Lorenzo Fluxá (1947, Mallorca), supo aprovechar el viento a favor y buscó la colaboración con la comunidad creativa. En una primera época estuvo acompañado de Javier Mariscal, Fernando Amat y Oscar Mariné. Luego se fueron sumando a la nómina de colaboradores grandes nombres del diseño internacional como Konstantin Grcic, Oki Sato o los hermanos Campana. En tan buena compañía, captó las tendencias cosmopolitas del momento, hizo de sus tiendas un espacio “emocional” y creó en Barcelona un “hotel-marca” antes que nadie, Casa Camper, para representar un estilo de vida y una cultura empresarial propia, modelo que tantos copiaron por todo el mundo.

Los intereses comerciales de la familia Fluxá –dejando a un lado la rama al frente de Iberostar– van hoy desde Japón hasta Estados Unidos. Aún así dicen seguir apegados a la tierra y, con orgullo, se autodenominan “zapateros”. Su reto ahora desde su sede en Inca (Mallorca) es “repensar” Camper y, entre tanto, trabajan en el relanzamiento de la marca Cartujano, un proyecto que a simple vista no se parece en nada al anterior. Si la primera, al nacer, tuvo como cliente al ‘hippie’ o al moderno que descubría el campo –su primer zapato, el ‘Camaleón’, reproduce el que usaban los propios campesinos de la isla, hecho con retales de piel, lona y trozos de neumáticos–, en la segunda estaba representado el señorito. Su filosofía, sin embargo, es muy parecida, al compartir el mismo orgullo familiar por el ‘made in Spain’. Como explica Lorenzo Fluxá ‘junior’ (Barcelona, 1973), a quien su padre ha puesto al frente de esta firma y de Medwinds –su hermano Miguel dirige Camper–, “Cartujano surge como un tributo a la artesanía de calidad que aún conservamos en nuestro país. Su adn es cien por cien español”.

Licenciado en Económicas, con un MBA por el Instituto de Empresa y experiencia laboral en Doctor Martens y El Corte Inglés antes de volver al redil, ‘jr’ sitúa el origen de Cartujano en los viajes de placer por Andalucía de su padre. “Quedó fascinado por la estética campera y se le ocurrió repetir la idea de crear una marca a partir de un concepto popular”, explica con los pies enfundados en unas confortables y viejas botas de invierno y, de ahí para arriba, ataviado con discreta ropa comprada en Tokio. “Además, se obsesionó con que seamos auténticos, orgullosos de nuestra herencia, porque en España ha pasado y pasa que se fabrica calzado de gran calidad pero bajo marcas extranjeras”. Sobran los ejemplos en los que son otros quienes estampan su firma a productos hechos aquí. Desde el ámbito del calzado hasta el de la automoción o de la industria agroalimentaria. Somos expertos en fabricar para los demás.

Corría el año 1985 cuando Cartujano echó a ‘cabalgar’, con productos de corte muy clásico; se llegó a comercializar hasta zahones, el mandil de cuero atado a la cintura para proteger el traje al salir el campo, muy típico en las monterías de postín. Pero su marca hermana, que existía desde 1975, se cruzó en su camino: “Comenzamos a vender fuera con Cartujano antes que con Camper, en París y Tokio. Pero 1991 supone el despegue de esta última y vimos que no teníamos capacidad para abarcar la expansión de dos historias tan distintas. Nos faltaba experiencia y decidimos meter Cartujano en el cajón”, cuenta Lorenzo hijo.

Ahora que la tienen, en esta segunda etapa tampoco han querido tirar la casa por la ventana: “Hace tres años decidimos empezar de nuevo con la intención de divertirnos y para aprovechar la experiencia adquirida con Camper, pero paso a paso”. Él se hizo un nombre en la casa al montar la primera tienda ‘online’ para esta última. “Nadie esperaba gran cosa y al ver los primeros pedidos, alucinaron. Qué lejos parece todo esto y, sin embargo, fue hace, como quien dice, dos días”. Espoleado por el éxito de esta experiencia, su siguiente aventura empresarial consistió en montar Medwinds en 2011, con distribución en exclusiva por Internet. Marca “de inspiración mediterránea”, moderna pero sin estridencias, presume también de que los proveedores de tejidos y materiales son locales.

“Nuestros inicios fueron ‘online’, pero en 2012 decidimos abrir nuestra primera tienda en el Raval de Barcelona, justo debajo del estudio, en un antiguo local que había sido la peluquería del barrio durante más de 40 años y cuya propietaria se jubilaba”, cuenta Lorenzo de la experiencia. “Para nosotros era importante que la gente pudiera percibir la calidad de los materiales, así como los pequeños detalles que hacen que nuestra marca sea diferente. Algo que por la Red no era posible. Poco a poco, nos hemos aventurado a abrir pequeñas embajadas de Medwinds en Atenas, Berlín, Palma de Mallorca y Madrid”.

Con Cartujano también quieren tentar a un público más amplio y cosmopolita, con detalles que se salgan de lo clásico, y para ello abrieron, de salida, tiendas en distinguidas calles de Londres, Berlín y París, además de Madrid (Claudio Coello, 28). “Lo fácil es hacer lo de siempre, sin evolucionar”, sintetiza el ejecutivo durante la visita a San Fortesa, la ‘possessió’ familiar en el interior mallorquín. Con un sistema de riego que se remonta a época árabe, esta finca centenaria la compraron hace 20 años para pasar los fines de semana, desplegar la actividad de la fundación Camper –su moderno auditorio es obra del arquitecto Rafael Moneo– y desfogarse con el trabajo en el campo: tienen huerto, almendros, olivar, viñedo –origen de su vino ‘Brutus’– y cerdos de raza ‘porc negre’, con cuya sobrasada se han alzado con más de un premio en la feria anual de Inca. Todo ello, por la obsesión de no perder las raíces. Además, Lorenzo deja caer que poco hay más estimulante a nivel de ideas que ocupaciones de esta índole.

A Inca nos dirigimos a continuación para ver el trabajo en uno de los talleres que colaboran con el lanzamiento de Cartujano. El entramado comercial de Camper es una pata del proyecto. Otra es la evocación de las esencias patrias a través de la creación de una marca que toma el nombre del caballo andaluz por excelencia, el criado en el monasterio de la Cartuja de Jerez. “Es una raza muy pura, de una belleza única. Su libro de orígenes es uno de los más antiguos del mundo”, resalta Lorenzo. La tercera es la experiencia familiar en la producción artesana de calzado. Desde que en 1877 el bisabuelo Antonio Fluxá se trajo maquinaria de Inglaterra, Inca es un gran centro productivo dentro de este sector, si bien no pasa por sus mejores momentos. Como apunta el biznieto, “antes venían los autobuses llenos de turistas para comprar en las fábricas. Los letreros anunciando que se necesitaba aprendiz estaban por todas partes. Hoy eso ya no se ve y cuesta encontrar relevo. Los jóvenes prefieren trabajar en la hostelería cuando llega la temporada”.

Los Fluxá son los que, en gran medida, mantienen al pueblo en un buen nivel de actividad. La producción del calzado masculino para Cartujano se reparte entre las instalaciones de Lottusse, empresa familiar matriz, y las del taller de Koyan, uno de los pocos del mundo donde se domina la técnica ‘goodyear’ de doble cosido de suela, traída asimismo de aquel viaje del bisabuelo a las islas británicas. “Hace indestructible un zapato”, asegura Lorenzo. Es la que lucen, por ejemplo, los clásicos Church’s o unos Crockett&Jones. También las botas camperas de Cartujano, uno de sus productos estrella y cuya fabricación exige hasta 200 diferentes pasos, los cuales justifican un precio de xxxxx euros. La base es la piel traída de las mejores tenerías de Europa, entre cuyas partidas destaca la del novillo del Pirineo, tal vez la de mejor calidad. Su piel es tierna y lisa porque casi no muestra poro; además, el animal no ha tenido oportunidad de rascarse contra una alambrada o recibir picaduras de bichos, pues se le sobreprotege hasta el día del sacrificio.

“El corte del patrón se hace para que no se vean vetas y eso obliga a que se tire mucha piel”, explica Lorenzo al inicio de un proceso en el que el maltrato al zapato es constante: martillazos para ablandar arrugas, introducción de tope y contrafuerte con calor para dar rigidez y forma, cosido, encolado, horneado, grapado… “La piel es de calidad, precisamente, demostrando que puede con todo eso. El zapato que ves nuevo y reluciente en la tienda lleva un machaque impresionante detrás”. El ruido es constante a lo largo de toda la jornada y eso obliga a llevar cascos; antes iban a pelo. Andrés, que vino de Granada como aprendiz y lleva 50 años en el taller, entiende que a los jóvenes les resulte muy pesado. A él, por si acaso, parece no haberle hecho la más mínima mella, más allá de los surcos que marca la edad.

Pero no hay tiempo de hablar mucho más porque el proceso de fabricación del zapato no se detiene. Se trata de artesanía pero, a su vez, altamente mecanizada. Una capa de corcho con látex y pegamento garantiza el aislamiento térmico y el confort (en el mercado son más habituales las espumas, cuya duración es mucho menor). El encerado final, con su tinte, le da a la piel ese tono que se cree que es natural y que no lo es en absoluto. “Es un truco del sector. Se hace así en todos lados”, comenta Lorenzo. “Cada fabricante tiene sus propios colores”.

Los zapatos femeninos también se hacen en Inca cuando también son ‘goodyear’ y si no, en el mismo taller de Elda (Alicante) donde se confeccionan los mismos ‘Louboutin’. Los bolsos, carteras y otros complementos de piel se encargan a la fábrica de Bench, en Ubrique (Cádiz), también habituados a adaptarse a las exigencias de grandes marcas internacionales. El calzado de carácter más deportivo de Cartujano, tanto para un sexo como para otro, se produce en las propias dependencias de Camper, donde también está el estudio de creación de la anterior. Rodeado de ventanales con vistas a los alrededores de Inca, se encuentra atestado de prototipos; ningún movimiento se hace sin pensárselo varias veces. En medio de la gran mesa central sobresale una pieza de referencia: la ajada cartuchera de piel con remaches de metal con la que el tío abuelo de Lorenzo salía a cazar por la isla. Parece así que el famoso lema de Camper, “camina, no corras”, tiene mejor acomodo en Cartujano, una marca que ha nacido para que la artesanía española reivindique su excelencia a ojos del consumidor final. “Hacemos un producto de la máxima calidad siguiendo las técnicas de siempre”, presume Lorenzo hijo.

*Este reportaje se publicó en septiembre de 2016 en el suplemento Fuera de Serie del periódico Expansión.

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