Otro salto más en su carrera. El último fin de semana de septiembre la galería bilbaína CarrerasMugica acudía a la feria de arte contemporáneo de Chicago, una de las citas dentro de su negocio donde más dinero se mueve en Estados Unidos. Era la primera vez que se presentaban en ese país y había algo de nervios. Pero iban bien acompañados; llevaron consigo obra de dos de sus pesos pesados: Asier Mendizabal y Richard Serra. El primero es uno de los artistas españoles con mayor proyección internacional y el norteamericano está considerado ya una leyenda viva. Además, Pedro Carreras (Baracaldo, 25 de junio de 1960), fundador de la galería junto a Ignacio Múgica (Bilbao, 16 de junio de 1964), cree que juntos tienen aún más fuerza: “Ambos son muy conceptuales y se complementan muy bien. Las esculturas de Serra están hechas de acero corten, las de Asier, de hormigón. Coincide también que los cuadros que hemos traído suyos son en blanco y negro”. Ver tanto color en los stands contiguos es lo que le inquietaba.
Pero mucho mayor riesgo tuvo su mudanza, hace tres años, al que fue un oscuro almacén de papelería industrial metido entre viviendas de más de mil metros cuadrados de superficie, el cual transformaron para habilitar seis salas de exposiciones, además de poner ahí su propia oficina. Necesidad práctica no había. Como reconoce Pedro, para hacer su trabajo les basta “una mesa y un par de teléfonos”. Fue más un impulso sentimental: “Creímos que nos tocaba crear un lugar así. Este proyecto es una apuesta por Bilbao, queremos hacer bandera de nuestra ciudad, que ahora tiene un nombre en el mundo del arte pero hasta hace poco nadie conocía”.
Ignacio recuerda muy bien la primera vez que fueron a la feria de Colonia (Alemania): “Uno que pasaba comentó: ‘¿Del País Vasco? Ahí son todos terroristas’. El Guggenheim –del que son vecinos– ayudó a cambiar esa percepción. Además de traer turistas, propició que la propia ciudadanía tenga una mayor sensibilidad hacia el arte contemporáneo”. Esa es la ola que han cogido y buenos indicios de que aquella era la decisión correcta son que el museo les mande turistas o que los alumnos de Bellas Artes entren ahora con frecuencia a su galería. “Antes apenas se acercaban”, señala Pedro con una sonrisa, muy orgulloso de su particular “bilbainada”, una galería que llega a acoger 20 exposiciones al año, tanto de sus artistas como de jóvenes promesas. También hay espacio para montar fiestas, dar charlas o lo que uno quiera imaginar.
Las labores de acondicionamiento, a cargo Juan Herreros, están expuestas en el Pabellón de España de la Bienal de Venecia. El arquitecto, que venía de reformar las salas expositivas del Reina Sofía y de ganar el concurso para levantar el museo Munch en Oslo (Noruega), se entusiasmó al ver aquel “agujero”. Su limpia intervención tiene como eje central a La Nave, una sala de proporciones cuadradas que, como describe Herreros, “tiene algo de espacio público, de gran plaza luminosa, en la que el arte es el gran argumento”. Revestida de un suelo de cemento fijado con manguera, admite la exhibición de esculturas de grandes dimensiones, una de las especialidades de CarrerasMugica. Los amplios lucernarios del techo, con orientación norte –su luz emite desde esa orientación menos rayos ultravioletas, muy perniciosos para la pintura–, garantizan su lucimiento.
Les ha ido muy bien en los últimos años y por eso se lo pudieron permitir. CarrerasMugica se ha consolidado como la galería de arte contemporáneo de mayor prestigio en Euskadi y también como un referente en España, como reconoció la fundación Arte y Mecenazgo al concederles en 2015 el premio a la mejor labor como galería en nuestro país; les precedían en este importante galardón Juana de Aizpuru, Soledad Lorenzo, Elvira González y Silvia Dauder. Hoy tienen a cerca del 90% de sus clientes en el extranjero –México, Brasil, Alemania…–, con una oferta variada que cubre desde Tàpies hasta Millares, además de Chillida, su principal baza cuando comenzaron. “Somos la principal galería con obra suya. Hemos conseguido juntar la serie ‘Euskadi’ por primera vez”, resalta Ignacio.
También destacan por representar a los artistas más importantes del panorama vasco actual: Mendizabal, Txomin Badiola, Pello Irazu, Jon Mikel Euba… Como explica Pedro, “tienen una clara seña de identidad forjada a partir de la herencia de Chillida y Oteiza. Son como una gran familia. Muchos tienen su estudio detrás de la plaza de toros, un barrio barato donde se ayudan mucho unos a otros”. Richard Serra es la tercera pata. Solo le representan ellos y la galería Gagosian de Nueva York, capaz como ninguna otra de marcar el ritmo de las cotizaciones en el mercado internacional. “En 2002 muere Chillida y Serra viene al Guggenheim tres años después a una exposición en su honor de artistas amigos. Nos conocimos y le gustó nuestro proyecto”, cuenta Pedro sobre esta inesperada relación que tanto prestigio les da en Europa.
Su trayectoria se ha visto además refrendada con dos premios Arco a la mejor galería de la feria; el último, en 2012. Lo “gracioso”, apunta Pedro, es que llegar hasta el momento actual nunca se les pasó por la cabeza. Cuando abrieron la persiana, en 1994, al frente estaban sus mujeres, Carmen y María Navarro, que son hermanas. “Nosotros nos fuimos metiendo poco a poco, y como nos ganábamos la vida con otros negocios, todo el dinero que sacábamos de las ventas de arte lo reinvertíamos. Ese ha sido el secreto de nuestro éxito”.
*Este reportaje se publicó en noviembre de 2016 en el suplemento Fuera de Serie del periódico Expansión.
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