Por Txema Ybarra
Francisco García-Ruescas (16 febrero de 1967, Madrid) ha llegado al Museo Nacional de Artes Decorativas (MNAD) tan confiado como nervioso. Antes del lanzamiento al mercado de su colección de 15 diseños de telas de lino y algodón debe presentarlas a un comité de expertos, obligado por contrato. Durante un momento del “examen” deja escapar que, por primera vez, está contento con todos los dibujos, para los que ha buscado inspiración directa en el archivo de esta institución con sede en la madrileña calle Montalbán, aledaña del Retiro. Pero a saber si es de la misma opinión María Dolores Vila, una de las mayores expertas en textiles de Europa, reclamada a menudo del Victoria and Albert de Londres y otros museos para consultarle sobre el origen de tejidos históricos. Tiene fama de decir lo que piensa y si lo cree conveniente, esta risueña abuelita no tendrá reparos en zamparse con un acerado dictamen al corpulento empresario, de casi dos metros de altura.
No será el caso. Se le ve entusiasmarse según pasa de una tela a otra. También quedan encantados Sofía Rodríguez Bernis y Félix de la Fuente, directora y subdirector del museo. Les maravilla los cinco distintos tipos de azul en un solo dibujo de flores de gran expresividad formal, observado al detalle con una lupa cuentahílos. De otro, gusta su juego de diagonales y contradiagonales, “motivos decorativos tan antiguos como la humanidad”, comenta Vila. Sobre la mesa del despacho se despliega una tela cuyo dibujo lleva a discutir acerca de su datación. Los tulipanes y las yemas de amapola evidencian la influencia india y otomana, lo que induce a pensar que proceda del siglo XV. “Pero la composición es típica de dos siglos más tarde”, zanja la experta. Aunque en realidad nunca hubo dudas; los comentarios eran más por el placer de exhibir conocimientos y, de paso, divertirse lanzándose pullas eruditas entre ellos. Están en su salsa y el ambiente no puede ser mejor.
Un nuevo diseño lo ha bautizado García-Ruescas como ‘Orleans’ debido a que el original lo exhibe un vestido de María Luisa de Orleans, esposa del rey español Carlos II, en un retrato de mediados del siglo XVII pintado por Juan Carreño de Miranda. El MNAD conserva un trozo de esa tela. Explica que, por lo que saben, “causaba furor en la época entre monarcas y nobles, imprimiéndose también en fundas de mobiliario y en los grandes paños que cubrían las paredes de castillos y casas señoriales”. Está también el que surge de un azulejo y el que parece ser que servía de tapete de mesa; eso deja entrever la cenefa de palmeras, camellos y elefantes.
Más allá de los detalles, la colección de telas –la segunda en este marco de colaboración– tiene la singularidad de que surge de un contrato de exclusividad entre el MNAD y la marca The Rosa Bernal Collection, que dirige García-Ruescas en colaboración con su madre, que le da el nombre; su prestigio como decoradora le precede. La iniciativa surgió de él hace tres años, con la idea de que todos salieran ganando: “El museo puede promocionarse a través de mis colecciones, que vendemos en mercados de alto poder adquisitivo, y nosotros nos nutrimos de un fondo histórico único en el mundo. A nivel personal supone desarrollar un trabajo de investigación fascinante, ya que estamos ayudando a recuperar dibujos que estaban incompletos o perdidos”. Su directora Rodríguez Bernis asiente: “En su labor hay un serio trabajo de síntesis. Francisco es capaz de captar la esencia y sentido de los tejidos, de descubrir su forma original. De muchos solo poseemos retales por la manía de los anticuarios de cortarlos y recortarlos; en consecuencia, a veces ni siquiera llegamos a distinguir entre trama y urdimbre. Y si no sabes cuál es la extensión de la superficie, resulta muy difícil figurarse qué expresaba realmente”.
También está feliz Rodríguez Bernis con la promoción subsiguiente, pues les falta el respaldo por parte del Ministerio de Cultura que reciben sus vecinos más pudientes del denominado Triángulo del Arte: los museos del Prado, Reina Sofía, Arqueológico, etcétera. Es decir, toda ayuda es bien recibida y en este caso no había peros que poner. “El proyecto nos pareció fantástico desde el primer momento porque el producto es de máxima calidad y el modelo de mecenazgo que nos plantearon Francisco y su madre era de enorme generosidad. En un museo de nuestro tamaño nunca nos plantean este tipo de patronazgo de estilo anglosajón. En España solo lo ves en los de mucha repercusión mediática como el Prado”, confiesa la directora. “Además, podrían haber tomado fotos de nuestro archivo o de nuestro fondo bibliográfico y haber trabajado libremente con ese material. Pero él quería acercarse a las telas y estudiarlas de primera mano aunque fuera a usar una técnica distinta. Dibujos en terciopelos, brocados y damascos los estampa, una vez reinterpretados, en un lino de tacto espectacular”.
Además, la difusión de sus fondos no les resulta fácil por motivos técnicos. Los tejidos, compuestos de materia orgánica, son muy sensibles a la exposición de la luz, “acumulativa e irreversible”. Los colores y la propia integridad de las fibras corren peligro al exhibirlas al público, de forma que algunas piezas apenas salen de los almacenes del museo. “Para nosotros es un privilegio que los den a conocer a los grandes decoradores con los que trabajan fuera de España, gente a la que nosotros nos cuesta mucho llegar”, admite Rodríguez Bernis.
La directora expone un motivo más por el que considera un regalo caído del cielo esta colaboración: “Desde que se fundó en 1912, el museo tiene entre sus fines difundir las artes decorativas y ahora el diseño de calidad. Al principio de su vida trató de desarrollar una actividad fundamental en las arte industriales entre los siglos XIX y XX: recuperar técnicas tradicionales y ponerlas al día, como los alfares de Talavera de la Reina o los guadamecíes de cueros, mientras que ahora estamos coleccionando prototipos de diseñadores previos a la producción de objetos para la vida cotidiana”. La confección de las telas de The Rosa Bernal Collection también están basadas en técnicas tradicionales y se dirigen a un público que sabe apreciarlas. Por eso, señala Rodríguez Bernis, “sacar adelante el convenio fue facilísimo. Todo el mundo en el Ministerio de Cultura aplaudió la iniciativa, empezando por el director general. Nadie pensó que se vendía el patrimonio por dos duros”. Al reinterpretar tejidos históricos, García-Ruescas los hace más comprensibles y así cumple al cien por cien con los fines divulgativos del MNAD.
Hijo único, el empresario mamó la cultura del refinamiento desde la cuna. De la quinta de Pascua Ortega y Jaime Parladé, su madre, Rosa Bernal, es una de las decoradoras de mayor fama de este país. Su vástago optó por estudiar empresariales y desarrolló su carrera en el mundo de la publicidad, trabajando largos años en Nueva York en importantes agencias del sector. Cuando comenzaba un año sabático tras un periodo profesional en Madrid, justo antes del cambio de milenio, acudió a la llamada de su progenitora, que llevaba tiempo tentándolo para que se implicara en sus negocios.
La “chispa” surgió al hurgar entre las telas que coleccionaba su madre, a la que no le convencían las que se estampaban entonces. “Cada vez eran más feas”, dice sin tapujos Rosa Bernal en su elegante y amplio estudio de la calle Lagasca, decorado con muebles de anticuario y amplias alfombras de esparto. “Como profesional, mi misión era que ninguna de mis casas fueran iguales. Así que cuando viajaba a Londres, París o Nueva York compraba telas que me llamaban la atención para mezclarlas con lo que había en España. Encontraba cosas en los mercados de las pulgas y en anticuarios, preguntaba a agentes especializados…”. Han pagado desde prácticamente nada por unas cortinas hasta 50.000 euros por un papel pintado a mano de origen francés y firmado del siglo XVIII. Su pasión son los textiles producidos hasta ese siglo, límite temporal que ha marcado desde el primer momento el estilo de la marca The Rosa Bernal Collection, incluidas las dos colecciones elaboradas junto al MNAD (otras cinco les preceden).
La idea que tuvo García-Ruescas fue la de reinterpretar diez de esos “documentos” atesorados por su madre para crear una primera colección de telas para cortinas y tapicería que, precisamente, elevara la calidad de lo que ofrecía el mercado. En honor a ella –y porque era la manera de explotar un nicho con poca competencia–, quería que fueran de calidad casi imposible de encontrar. Así que los comienzos son necesariamente lentos; había que investigar “Entre 2000 y 2003 no se produce ninguna tela sino que nos centramos en buscar los mejores hilos y pigmentos. La primera colección sale casi dos años después”, cuenta este creativo empresario, febril lector de bibliografía antigua y con un innato talento para el dibujo. El lino, por su ligereza y tacto, es la fibra que quiere para su nuevo negocio y recorre toda Europa en busca de quien la cultive con más mimo: Francia, Italia, España, Irlanda….
Solo puede decir que dio con la gente adecuada en Bélgica. “No puedo revelar mis fuentes; es parte del secreto del éxito”, alega mientras abre en el estudio un descomunal libro de frescos del siglo XVII editado en Italia donde descubrió el origen “Medicis” de un tejido con dibujos de piñas conservado en el MNAD. Sí cuenta que supervisan la cosecha del lino y que descartan cerca del 12% de la producción por no alcanzar su estándar de exigencia. “Controlamos su secado y suavizado, así como la torsión del hilo, esto último porque afecta al nivel de absorción del pigmento. También tenemos una urdimbre específica de 8/6, cuando normalmente es mucho más baja. En principio, el lino queda así más grueso, pero eso lo controlo con la torsión, resultando una tela tan ligera como resistente”, remata este adalid del perfeccionismo mientras despliega una tela tras otra sobre una gran mesa de madera para que lo comprobemos por nosotros mismos. Y resulta asombroso descubrir que reproducen hasta el tono desteñido de la pieza original o que la más vendida tenga su origen en un trozo de tela que hallaron enmarañado bajo un radiador absorbiendo el goteo de la instalación.
Como siempre han querido vincular su producto a España, Rosa y Francisco comenzaron estampando en nuestro país. “Me puse en manos de Juan Vila, gran maestro de vieja escuela con taller en Barcelona, que me enseñó todo del oficio. Yo venía de la publicidad; no sabía nada. Al retirarse no me quedó más remedio que buscar fuera; aquí nadie seguía su estela”, recuerda García-Ruescas. Su siguiente “maestro” lo encontró en Francia, del que dice que es heredero de la mejor tradición en estampación y cuyo nombre vuelve a ser secreto de sumario.
El resultado de todo este esfuerzo son telas cuyos precios oscilan entre los 175 y los 290 euros el metro lineal, muy por encima de lo que se suele ver en la calle. Así, su mercado son ciudades como Nueva York, Los Ángeles o Londres antes que en otras ciudades españolas. Pero esperan que esta segunda colección junto al MNAD, en la que confiesa que ha puesto toda su alma y prometen presentar por todo lo alto en el museo, les descubra en casa.
UNA EXCEPCIONAL COLABORACIÓN
Por segunda vez, la marca textil española The Rosa Bernal Collection lanza en colaboración con el Museo Nacional de Artes Decorativas una colección de 15 diseños de telas de lino y algodón –48 telas en total debido a los diferentes tipos de color– cuyos dibujos están basados en tejidos históricos conservados en el archivo de esta institución con sede en la calle Montalbán de Madrid. El Volumen II de la denominada como The Royal Collection comprende diseños como The Armiño, basado en una composición heráldica de la corte de Carlos I de España hecha con hilos de plata y seda, o The Austria’s Design, perteneciente a la época de su sucesor, Felipe II, y cuya inspiración floral es de origen turco, cuya influencia oriental resulta muy patente entonces por toda Europa. Los diseños Pompadour, San Clemente, Felipe II, Orleans, Venecia, Santa Cruz, e Indiano (tan pop) son otros de los nombres de este único proyecto empresarial que es también una excepcional iniciativa de mecenazgo cultural.
*Reportaje publicado en enero de 2018 en la revista Fuera de Serie.
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