Si a un hombre se le conoce por su biblioteca, ¿porqué no a un hotel?. Indago en estas nutridas estanterías. Ni rastro de manoseados romances de bolsillo o autoayuda en alemán. En su lugar, Clarissa de Stefan Zweig o Oku no Hosomichi de Matsuo Bashō.
Pero sobre todo un imponente repertorio de arquitectura: venerables ediciones sobre LeCorbusier, todo Louis Khan, Alvaro Siza, Adolf Loos…. un iconostasio. Y esos grandes «artes menores»: la carpintería Shaker, la cerámica japonesa. No desdeñemos la apariencia: maderas nobles, lámparas italianas de los 70 y una decantador con un buen licor. Si se tratase de conocer a un hombre o una mujer no necesitaríamos más para enamorarnos.
El hotel es el Rachamanka, en Chiang Mai, Tailandia. Una sucesión de monacales patios construidos en torno a la estructura de un antiguo templo Lanna. Los esquemáticos muebles chinos y antiguedades orientales puntuan el rigor de los materiales. Cuenta además con una galería de arte, un magnífico restaurante y una apetecible piscina.
Pero lo que yo quería significar es que ya está bien de bibliotecas de hotel que son cementerios de libros de verano o tienen cinco guías de pájaros locales ( y a mí me chiflan los pájaros). Son las tardes de lluvia las que ponen a prueba a un hombre, a una mujer… o un hotel.
Hola Antonio, llevo tiempo que deseaba comentarte que es un placer leer tus textos. Gracias por estos dos últimos hoteles tan singulares. Tus descripciones me han hecho imaginar que un día me hospedaré en ellos, sobre todo, ahora que, alcanzada también por la crisis, los únicos lugares que últimamente visito son a través del cine y de las revistas.
A ver si nos vemos!
Un abrazo. Beatriz (la hermana de Chufi)
Hola Beatriz. Me dio mucha alegría saber que seguías el blog. Y ahora saber que te sirve para fantasear. Hoy estuve a punto de visitarte…sigue pendiente. Un abrazo cariñoso